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domingo, 2 de octubre de 2011

Aprender es un Verbo sin Punto Final


Discurso ofrecido durante la ceremonia de grado de los primeros Comunicadores
Sociales- Periodistas de la Universidad del Tolima (Colombia).

Fue en Agosto de 2006 cuando  nuestros  rostros se encontraron por primera vez.  Unas  Cuarenta  sonrisas,  expectantes, diversas, que han venido deshilándose desde la madeja de la ingenuidad de esos días,    a causa de la madurez traída por los retos   de  este  nuevo umbral  de la vida.


Carlos Andrés Jurado Vásquez, Comunicador  Social- Periodista 
de la Universidad del Tolima (Colombia), 
durante la ceremonia de grado.

Así, hace cinco años una generación de ´primiparos´, un tanto menos joven que la que hoy ocupa las aulas, nos convertíamos en los primeros estudiantes de comunicación social-Periodismo de la universidad del Tolima.


Fuimos a la academia  en busca de respuestas. Y ahí estaban ellos: nuestros  profesores, de quienes esperábamos esas respuestas.    



La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar” 
                                                                                                                             Eduardo Galeano


Después de este tiempo podría dedicarme a decirles que asistir a clases nos ha convertido en unos  eruditos o intelectuales.   Podría alardear de  que las preguntas que hemos resuelto en esto  cinco años nos han revelado sorprendentes certezas sobre la vida.   Sin embargo, hoy,  liberado por la temida nota final, confesaré a nombre de este grupo de graduados… la realidad. 


Lejos de cualquier presunción, y por encima de cualquier sabiduría obtenida, esta ruta de conocimiento de diez semestres,  que hoy culmina, nos ha dejado una gran dosis de consciencia y humildad. 


Humildad para  aceptar que entre más aprendemos mayor será la cantidad de conocimiento que nos rebasará e inquietará,    y  conciencia sobre lo frustrante que  resulta el hecho de que  la vida, por mucho que dure,  es absolutamente  insuficiente para comprenderlo todo, al punto de que incluso Sócrates haya tenido que decir su ya conocido “Yo sólo sé que nada sé”, y eso que él no tenía que trabajar ocho horas diarias, quitar las arrugas de una camisa almidonada, ni actualizar su muro de Facebook.


Primera Promoción de Comunicadores Sociales - Periodistas, Universidad del Tolima (Colombia).
Resulta irónico  entonces afirmar que no son las certezas  que nos han dado nuestros maestros  las  que nos convierte en verdaderos profesionales. Como dijo Borges: “La duda es uno de los nombres de la inteligencia”.  


Son  las preguntas  que nos quedan, y la  larga lista que nos habrá de inquietar, como un mal crónico, el resto de nuestras vidas,  las que nos mantendrán  al margen de la  mediocridad, esa que nos impide observar que aprender es un verbo que nunca estará seguido por un punto final.   Un verbo libre, que a su vez inspira nuestra propia libertad, en una época de múltiples esclavitudes disfrazadas -  como diría Jesús Martín Barbero -  tras la libertad de  poder comprar un vestido.


Por habernos hecho conscientes de esto y del  mundo en el cual vivimos, gracias a nuestros maestros, a los del aula, pero también a los del hogar: madres, padres  y familiares, cuya esencia llevaremos impregnada en nuestro modo de ser y de actuar por el resto de nuestras vidas. Para todas y todos los  testigos, cómplices, y patrocinadores de nuestro título profesional, gracias.


Y en cuanto a lo que hoy somos como profesionales, viene desde antes…mucho antes. Viene desde la voz de Casimiro Matias, uno de los primeros pregoneros  del que se tiene memoria en Ibagué, que a principios del siglo pasado  recorría la calle real con sus anuncios comerciales, antes de que llegara la radio.


Antigua Calle del Comercio,
Ibagué, Colombia.
Viene desde los pasos de la mula que cargaba la monumental imprenta que dio vida a la tinta roja de El cronista, uno de los diarios más recordados de esta ciudad, tal  como lo rememora Camilo Pérez Salamanca en su libro Inquilinos del novecientos. 


Esa senda, heredada de los primeros periodistas y comunicadores  que viera el Tolima, y seguida por muchos más, ahora nos corresponde continuarla, situándola en  los nuevos horizontes que la profesión y la realidad demarcan.   


Algunos de mis compañeros y compañeras lo harán desde el periodismo y la información, otros desde la comunicación, que hoy sabemos se necesita con urgencia no sólo en los medios masivos, sino también   en todos  los entornos sociales,  comunitarios, educativos y  culturales.  


Lo cierto es que  en cada lugar donde haya una historia por contar, un mensaje por compartir, un sentido por encontrar,  un par de argumentos divergentes  por confrontar, un contexto suelto por anudar, ahí estaremos.


Así las cosas, y volviendo a Jesús Martín Barbero,  será el reto de quienes comenzamos este camino, y más aún de quienes vendrán,  superar el paradigma del comunicador como intermediario entre las partes, para pasar a ser mediador entre ellas, abogando por la pluralidad de las voces y los discursos, y abriendo nuevos espacios  frente a   la inmediatez de las noticias, que con su  afán, desgarran  a la actualidad de su pasado, de la reflexión necesaria para poder construir un futuro que no se quede  en el autismo del repetitivo día a día.


En ese sentido en nuestra región hay mucho por hacer. Es claro que no cambiaremos el mundo, no obstante  Eduardo Galeano señaló: La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”.


Ahora dejamos una puerta abierta para muchos otros que vendrán.  A ellos, a ellas y ustedes,  me resulta preciso recordarles  que aprender es un verbo libre, y que así permanecerá  siempre y cuando por encima de las  conquistas de los pueblos, de las patentes,   de las políticas excluyentes y del hambre…, permanezca  una inquietud personal  en cada hombre y mujer, que comienza durante la infancia cuando un niño ve en la televisión  a otro niño con ropa nueva y juguetes bonitos que no tiene y nunca tendrá  ,   y luego  pregunta “¿por qué?”,  inquietud que  desaparece cuando su padre y la misma escuela condenan a ese niño a la sumisión,  al mutilar  su curiosidad con otras dos sencillas   palabras: “Porque sí”.


Muchas Gracias.


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